Me gustaría aclarar algo que no estoy segura de haber explicado bien hasta ahora.
La crianza respetuosa y CONSCIENTE no trata de cambiar el comportamiento de los niños por las buenas, en contraposición a cambiarla por las malas. No se trata de abandonar castigos, golpes, gritos y amenazas para quedarnos sólo con premios, frases motivadoras y refuerzos positivos. Ambos son las dos caras de la misma moneda y ambas buscan a su manera controlar al niño.
La crianza que yo defiendo no busca cambiar al niño.
BUSCA CAMBIAR AL ADULTO.
Parte de la base de que los niños por naturaleza quieren agradar a sus figuras de referencia, a sus figuras de apego. Y parte de la base de que un niño que se siente bien, se porta bien.
Si eliminamos los premios y los castigos, eliminamos la posibilidad de control. Muchas frustraciones con este tipo de crianza proviene del hecho de que intentamos controlar con herramientas que no están pensadas para controlar. La crianza que defiendo no trata de controlar, con lo que eliminamos esa frustración.
Mucha gente piensa que la parte más importante es la parte del Respeto. Y por supuesto que es importante. Pero para mí, la parte más importante (y difícil) con diferencia es la parte "CONSCIENTE".
Yo tomo consciencia de mi equipaje, yo tomo consciencia de cómo ese equipaje afecta a mi forma de ver la vida y a la forma de ver a los que me rodean y a su comportamiento. Yo tomo consciencia de mis necesidades y mis limitaciones, y tomo medidas para cubrirlas y aceptarlas buscando equilibrio con los demás. Tomo consciencia de mis reacciones y del verdadero detonante de las mismas, aprendo a manejarlas, busco herramientas que me funcionen.
En la crianza, yo soy la responsable de iniciar o parar un efecto dominó en mi relación con mi hijo. Porque eso es lo que es: un efecto dominó.
Puede parecer que el que inicia el efecto dominó es el niño, con uno u otro comportamiento, y que nosotros simplemente reaccionamos a eso. Pero nosotros no somos una pieza pasiva en este juego, nosotros somos la pieza principal, la más importante. La que va a hacer que el juego vaya de una forma u otra. Y lo primero que tenemos que hacer es cambiar nuestra forma de ver las cosas.
Cuando leemos y nos informamos sobre el desarrollo infantil cambia nuestra perspectiva sobre el comportamiento de nuestros hijos. De repente, tirar la comida al suelo se convierte en experimentos sensoriales y sobre la gravedad; las rabietas se convierten en desbordes emocionales adecuados a su edad; el comportamiento se convierte en comunicación... Todo empieza a ganar sentido gracias a toda la ciencia que se está acumulando sobre el desarrollo neurológico de los seres humanos. Cuando cambia nuestra perspectiva, cambia necesariamente nuestra forma de actuar.
No vamos a actuar igual si vemos un comportamiento como algo alarmante y a corregir con urgencia y de raíz como sea, que si lo vemos como algo propio de la edad que debemos acompañar y prestar nuestro apoyo mientras desarrolla herramientas para controlarlo por sí mismo. Lo he dicho muchas veces, pero no vamos a actuar igual si pensamos "se está portando mal" que cuando pensamos "lo está pasando mal". Ver las cosas con mejor perspectiva nos va a permitir ser más conscientes de lo que nuestro hijo o hija necesita y actuar en consecuencia: ¿Necesita más estructura? ¿Necesita más control sobre su vida? ¿Necesita más límites o límites más claros? ¿Necesita más conexión? ¿Necesita que le recuerde lo mucho que le quiero? ¿Necesita un mejor ejemplo por mi parte? ¿Necesita ayuda profesional? ¿Necesito ayuda profesional? La perspectiva cambia nuestra forma de actuar, y nuestra forma de actuar cambia la forma en que nos percibe nuestros hijos.
No te va a mirar igual si eres el papá que grita a menudo o el que normalmente mantiene la calma. Su forma de verte no va a ser la misma si tu ejemplo es consistente con lo que le pides o si tu vida es un ejemplo de contradicción constante. Si soy consistente, calmado, seguro, decidido, si soy humilde, si soy respetuoso, si reconozco mis errores y pido perdón. Su forma de verme va a reflejar eso. Y su forma de verme va a reflejarse en nuestra forma de relacionarnos.
Una relación basada sobre todo en el amor incondicional que debe de ser la base de la crianza. En la que el niño o la niña sepa que nada de lo que haga puede hacer que le dejemos de querer, que estamos de su lado y que cuidaremos nuestra relación porque sabemos lo valiosa que es. Una relación basada también en el respeto, en el que la figura de autoridad (porque es lo que creo que debe de ser un adulto) utiliza esa autoridad para dar ejemplo. Una relación en la que caben la comprensión ante los errores y la expectativa de esfuerzo, los límites y la empatía, la frustración y los abrazos, el espacio para estar juntos y para ser individuales, el apoyo y la autonomía. Cuando la base es una relación fuerte, el niño está más contento, más seguro, en mejor equilibrio...
Y su comportamiento cambia.
Pero cambia porque quiere. Por motivación intrínseca. Porque es la forma en la que mejor funcionamos los humanos. Cambia porque quiere colaborar contigo, porque desea agradarte, porque los niños que se sienten bien se portan bien.
Pero todo tiene que partir de ti.
Esto es a la vez una bendición y una maldición. Maldición porque no hay varita mágica, y porque pone la responsabilidad sobre tus hombros. Pero bendición porque está en tu mano. Está en tu mano cambiar la situación.
Si estás contenta con como va vuestra crianza, está en tu mano que siga así.
Si te gustaría que tu crianza fuera distinta. Puedes hacer que cambie. Puede que no sea fácil, puede que no sea rápido. Pero es posible. Y está en tu mano hacer el primer movimiento.
Toma las riendas de vuestro efecto dominó.
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¡Feliz Crianza!
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