En este post anterior compartí con vosotros un artículo de la psicóloga Natalia Linguori que explicaba estupendamente QUÉ SON las rabietas y cómo manejarlas. En él también explicaba por qué es mucho más respetuoso evitar llamarlas así y utilizar en su lugar el término "Desbordes emocionales" porque nos invitaba a imaginar una ola de sentimientos que inunda el cerebro de nuestros peques. En ese post también compartía con vosotros un ejemplo de como manejamos en casa los desbordes de nuestro peque. Aún así, he observado que mucha gente busca explicaciones más claras. Paso a paso. Que sean fáciles de entender y seguir. Así que se me ha ocurrido escribir este post con lo más parecido a una guía paso a paso para gestionar los desbordes emocionales de nuestros hijos. (Este sería el título bueno, pero tiene menos gancho, ¿verdad?)
Antes de empezar, quiero mencionar un paso extra y fundamental:
PREVENCIÓN
Los desbordes son totalmente normales y esperables, pero en algunos casos también se pueden prevenir. ¿Cómo? Explicando previamente a donde vamos, qué vamos a hacer, qué esperamos de su comportamiento, qué pueden esperar de nosotros. Por ejemplo:
"Vamos a ir a comer a casa de la abuela. La casa de la abuela tiene muchas cosas bonitas que se pueden romper. No puedo dejar que juegues con esas cosas. Podrás observarlas mientras yo las sujeto si quieres, pero no las podrás tocar. Si intentas tocar algo, te ayudaré a parar sentándote en mi regazo. Ahora, vamos a elegir algunos juguetes que puedas llevarte para jugar allí."
Si tiene edad suficiente, y la situación ya se ha hablado antes, podemos utilizar preguntas justo antes de entrar. "¿Recuerdas lo que hemos hablado de la casa de la abuela? ¿Puedes tocar las cosas bonitas que tiene? ¿Qué hemos traído para que puedas jugar? ¿Y qué pasará si intentas tocar alguna de las cosas de la abuela?"
Esto es solo un ejemplo. Sería ideal que la abuela entendiera que sus "cosas bonitas" son una tentación demasiado grande para el peque y que las guardara a buen recaudo. Pero esto no siempre sucede, así que en nuestra mano estaría el tener una conversación similar. Este tipo de conversaciones pueden ayudar a nuestros hijos a sentirse más en control de la situación, y esto a su vez puede ahorrarles algún que otro desborde emocional.
También forma parte de la prevención el ser consciente de factores que están íntimamente relacionados con los desbordes, como son el hambre, el sueño, el cansancio o la sobreestimulación. Elegir el momento de hacer las cosas siempre que sea posible teniendo estos factores en cuenta nos ahorrará algún que otro disgusto.
Y ahora sí. Imaginamos que a pesar de nuestros mejores intentos de prevención, el desborde emocional se produce. ¿Qué hacemos?
1. Recuerda: Es su desborde emocional, no el tuyo.
Lo primero es tener esto claro, clarísimo. Lo más importante es recordar que son sus emociones las
que están desbordadas, y evitar que las nuestras se unan al caos. Recordad la frase de L.R.Knost: "Comparte tu calma, no te unas a su caos." Tus neuronas espejo van a invitar a tu cerebro, muy poderosamente, a que se una a la rabieta. Pero tú eres adulto y tienes herramientas y lo vas a evitar.
Si estamos en una situación pública y sentimos que estar rodeados de personas nos empujan a nosotros a perder el control, tomamos al niño en brazos, aunque sea a la fuerza y pataleando, y buscamos un sitio tranquilo. Sería ideal ser capaz de aislarnos y ponernos en una especie de burbuja en la que sólo estuviéramos nosotros y el peque, nadie más. Así no haría falta tomar al niño a la fuerza para llevarlo a ningún lado, que siempre resulta desagradable, y además, dependiendo de la edad, el tamaño y la fuerza del niño (y la nuestra) también puede resultar muy difícil. Así que si podemos mantener la calma, nos "metemos" en nuestra burbuja; y si no somos capaces de aislarnos, o si es una situación en la que el llanto causa perjuicio a los demás (por ejemplo, en el cine, o el teatro) nos lo llevamos a otro lugar.
2. Evita frustrarte innecesariamente: No intentes parar el desborde. Ese no es tu trabajo.
Llorar no es un mal comportamiento. Es una expresión de una emoción. Y es una forma perfectamente apropiada de expresarla. Llorar no es pegar, ni romper, ni empujar. Llorar es sano y es necesario. El hecho de que muchos adultos no lo vean así es consecuencia de cómo se trata el llanto tradicionalmente. Esta tendencia a reprimirlo, y a obligar a los niños a aprender a reprimirlo, está demostrado que en el futuro puede acarrear un gran número de problemas de gestión emocional y salud mental. Así que si nos convencemos de que el llanto no es algo a corregir, ni a parar a toda costa, ya tendremos mucho terreno ganado.
A menudo la frustración de los padres y la pérdida de nervios que conlleva, nace de intentos inútiles de parar el desborde emocional. Pensamos que nuestra obligación es calmar al niño, y lo intentamos de todas las maneras que conocemos: razonamos con él, negociamos, explicamos, distraemos, cedemos a regañadientes, ignoramos, amenazamos, gritamos, pegamos... Utilizamos un montón de herramientas , a veces vamos probando desde las más "amables" hasta las más "estrictas", yendo en una escalada que nos deja un pésimo sabor de boca. ¿Qué tienen de malo estas herramientas?
- Razonar: En un momento en el que la rabieta ya está en pleno apogeo, razonar es totalmente inútil. Nuestras palabras no calan, no nos escucha, y nuestros intentos por hacerle entender van a ser infructíferos. Nos vamos a frustrar y lo más probable es que terminemos perdiendo los nervios o sintiéndonos fuera de control.
- Negociar: A veces funciona, pero al igual que con la herramienta de razonar, depende de cómo esté el cerebro de desbordado. Dependiendo de cómo sea la negociación, es posible que estemos cayendo en cosas que no nos hagan sentirnos cómodos: por ejemplo, para que deje de llorar porque los abuelos se han ido y él quería ir con ellos, le ofrecemos algo que normalmente no le dejaríamos hacer, como ver dibus en el teléfono o comerse una bolsa de chuches después de cenar. Es una herramienta útil pero hay que usarla con precaución y tiene ciertas limitaciones.
- Explicarnos: Al igual que razonar, todo lo que sea apelar al cerebro superior del niño intentando que nos entienda en un momento en el que su cerebro está arrestado por las emociones va a ser inútil. Si estamos esperando que en medio de su llanto sea capaz de escuchar nuestras buenísimas explicaciones de por qué hemos decidido lo que hemos decidido, y entonces deje de llorar y nos diga "Tienes razón, papi" lo más probable es que nos llevemos una tremenda decepción. Nos vamos a frustrar, nos vamos a poner nerviosos, vamos a sentir que estamos fuera de control.
- Distraerle: Esta herramienta funciona a corto plazo con niños muy pequeños. Con bebés funciona divinamente: llora por un juguete, le enseñamos un llavero y se olvidan del juguete. Qué bien y qué fácil. Hasta que crecen lo suficiente y resulta que ya no se olvidan del juguete. El problema de usarla incluso cuando funciona, es que nos roba de oportunidades para practicar cuando las emociones no son aun tan intentas. Un desborde de un niño de 12 meses no es tan intenso como el del mismo niño a los 18 meses, o a los 2.5 años. Si usamos la distracción como principal herramienta cuando sus emociones son más "suaves" y deja de funcionar justo cuando empiezan a ser más fuertes, nos va a resultar mucho más difícil de manejar nuestras propias emociones al respecto.
- Ceder a regañadientes: Esta es la manera más rápida de parar una rabieta. El niño llora porque quiere algo que no queremos darle. El llanto nos estresa y pararlo se convierte en nuestra prioridad número uno. Le damos lo que pedía. En muchas ocasiones esto se convierte en un círculo vicioso: decimos que no, el niño llora, aguantamos todo lo que podemos, el niño sigue llorando (dependiendo de la edad puede ser porque siga genuinamente triste o puede ser porque haya aprendido a usar el llanto como herramienta para conseguir lo que quiere), se convierte en una lucha de poder a ver quien aguanta más, no aguantamos, decimos que sí, el niño deja de llorar, nosotros nos sentimos fatal, el niño aprende que nuestra palabra no vale. El llanto como herramienta de manipulación existe, pero sólo es posible cuando el niño llega a cierta edad. Un bebé no manipula, eso tenedlo muy claro. Un niño que se haya acostumbrado a este círculo vicioso, sí que es perfectamente capaz de utilizar el llanto como herramienta. Precisamente por eso, ceder (a regañadientes) es la manera más rápida de parar una rabieta, y a la vez la más propensa a causar más rabietas en el futuro. Esto no significa que no podamos ceder jamás. En absoluto. A menudo negamos a nuestros hijos cosas que en realidad nos dan un poco igual, y lo hacemos porque pensamos que es lo que se supone que debemos hacer, o directamente por demostrar quién es el que manda. Ninguno de estos motivos son buenos motivos para decidir nada. Si el llanto de nuestros hijos nos hace reflexionar de verdad sobre las razones detrás de un límite que hemos establecido, y hace que nos demos cuenta que esas razones no tienen fundamento sólido, podemos decirles que hemos cambiado de opinión. En ese caso estaremos siendo un ejemplo de flexibilidad. El problema de ceder está en cuando hacerlo hace que nos sintamos mal, forzados, manipulados, fuera de control, o incluso culpables.
- Ignorar al niño: es probablemente la herramienta más popular, y lo es porque nos permite mantener la calma. Pero es a costa de hacer sentir al niño que sus emociones no importan, lo cual podéis tener muy claro que el niño interpreta como que él no importa. Ignorar al niño durante la rabieta funciona, pero es a menudo a costa de dañar la autoestima del niño y nuestra relación con él. Hay herramientas peores, pero también las hay mejores. Es común también el temor de que al prestarles atención en los momentos de desborde estamos recompensando y fomentando ese comportamiento, enseñándoles que cuando lloran consiguen que los atendamos más. Pero cuidado con eso: si un niño entiende que necesita llorar para conseguir nuestra atención, es que no estamos prestando la suficiente atención en general. En estos casos, lo que necesita es más atención, no menos.
- Amenazar, gritar, pegar, humillar: A estas las pongo juntas. Evidentemente estas es posible que funcionen a corto plazo pero a costa de dañar al niño y a nuestra relación con él. A la larga, si el uso de estas herramientas es muy frecuente, pueden producir en el niño graves problemas de autoestima, de regulación de emociones, y o bien niños que aceptan el abuso de otros sin defenderse, o bien todo lo contrario, niños que utilizan esas herramientas como forma de relacionarse con los demás, esto dependiendo de si su cerebro en situaciones de estrés tiende a la reacción de "huir" o a la de "luchar".
Todas estas tienen en común lo mismo: su objetivo es parar la rabieta, calmar al niño, hacer que deje de llorar. En resumen: intentan controlar la emoción del niño y cómo la expresa. La cosa es que lo único que podemos controlar en esta vida es a nosotros mismos, nuestro comportamiento, y nuestras emociones. Ya esto nos resulta a menudo una meta dificilísima, pero es lo único que verdaderamente podemos aspirar a conseguir: controlarnos a nosotros mismos, y modelar desde el ejemplo lo que eso significa ante nuestros hijos. No podemos esperar que nuestros hijos aprendan a controlar sus emociones a la vez que nosotros perdemos control de las nuestras. La mejor manera de enseñar algo es siempre desde el ejemplo.
3. Tu trabajo es: controlar tus emociones y ACOMPAÑAR a tu hijo en las suyas.
En el punto dos hemos visto lo que no deberíamos hacer. En este punto veremos lo que sí. Y es tan sencillo como ACOMPAÑAR. Sin más.
El niño quiere un juguete. Decimos que no y explicamos brevemente por qué. Se pone a llorar.
En lugar de intentar pararlo a toda costa como hemos visto antes, nos ponemos a su altura y empatizamos con él. Es un fastidio querer algo y no poder conseguirlo. Seguro que todos podemos empatizar con esa sensación, y hacerlo desde la comprensión real, no desde la condescendencia. Entender que para él en ese momento era super importante y que sus emociones, por infantiles que nos puedan parecer, son totalmente legítimas.
¿Qué significa exactamente ACOMPAÑAR?
Pues depende del niño:
- Si el niño acepta el contacto físico, ACOMPAÑAR puede significar abrazar, tomar en brazos, sentar en el regazo, acariciar mientras llora. Como queremos educar también desde el respeto a la autonomía corporal, es importante tener en cuenta si el niño acepta o rechaza nuestros intentos de conectar, por encima de nuestra necesidad.
- Si el niño rechaza el contacto físico, ACOMPAÑAR puede significar sentarnos a su lado, o lo más cerca que el niño nos permita, a ser posible, a su altura, con lenguaje corporal abierto, mientras esperamos. Lenguaje corporal abierto significa brazos relajados, mirada tranquila, atentos para ofrecer un abrazo en cuanto lo necesite. Cuando pegan durante la rabieta es una manera de reclamar espacio de forma no verbal, así que en esos casos lo interpretamos como tal, nos alejamos lo suficiente como para que no nos alcance y listo. En algunos casos nos van a perseguir y no nos van a permitir establecer esa distancia necesaria para mantenernos a salvo, en ese caso interpretamos que en realidad no quieren que nos alejemos y por lo tanto bloqueamos físicamente los golpes y si es necesario les abrazamos fuerte para impedir que nos (se) hagan daño.
- Si no podemos quedarnos físicamente con él por lo que sea (a veces hay muy buenos motivos). Le decimos desde la calma que estaremos donde sea si nos necesita, o que volveremos en un momento a acompañarle de nuevo. Si viene mientras estamos haciendo lo que sea, hacemos lo posible para dejar lo que sea que estamos haciendo y ofrecer un abrazo. Es importante que se sienta una prioridad en ese momento. Si tiene que esperar unos segundos (porque cuando viene te pilla con una bandeja a punto de meterla en el horno, por ejemplo) pues tampoco pasa nada. Pero no lo alargamos innecesariamente, ni nos hacemos los interesantes. Si nos necesita, ahí estamos. Y en los casos en los que no tenemos más remedio que marcharnos porque los vamos a dejar al cuidado de otra persona, confiamos en que esa otra persona hará lo posible por acompañar a nuestro hijo en su desborde como mejor sepa hacerlo.
4. No intentes que entienda tus motivos. VALIDA sus emociones para que se sienta comprendido.
Ya hemos visto como razonar o explicarles para que nos entiendan en un momento en el que ya están desbordados no sirve de nada, más que para sentir que no nos escuchan y que eso nos lleve a la frustración. Me llegan muchos mensajes que dicen "le explico y le explico, y no hay manera de que se calme, al revés, se enfada más y termina pegándome o gritándome". Eso pasa porque estamos pidiendo lo imposible: que un cerebro infantil en descontrol sea capaz de acceder a la capacidad de razonar. En lugar de eso, la mejor manera de conectar con ese cerebro superior es conseguir que se sienta comprendido. A menudo su frustración nace del mismo sentimiento que la nuestra: "no consigo que me entienda". Y ese sentimiento escala la situación. Así que si conseguimos que sepa que le entendemos, al menos conseguiremos que la situación no escale por su parte. Y también por la nuestra.
¿Y qué significa VALIDAR?
- Si el niño acepta que le hablemos en ese momento: VALIDAR es poner palabras a lo que siente y expresarlo de forma que entienda que es totalmente normal sentirse así.
"Estás muy enfadado. Querías ese juguete y no te lo he querido comprar. Es normal enfadarse a veces cuando no conseguimos algo que queremos."
Validar es 100% sobre el niño y 0% sobre nosotros. No puede ir acompañado de un "PERO ES QUE + explicación". Validamos incondicionalmente y acompañamos. Sin más. Nos hemos explicado antes una vez, y podremos volver a explicarnos si quieremos cuando vuelva a estar tranquilo. Pero en ese momento de desborde, nos limitamos a VALIDAR sin más.
- Si el niño no acepta que le hablemos en ese momento: Hay ocasiones en las que simplemente abrir nuestra boca para hablar hace que el niño aumente la intensidad del llanto/gritos. Esto puede ser por varios motivos: su cerebro está tan desbordado en ese momento que cualquier otro estímulo al que atender resulta insoportable, o también, que lo que estemos diciendo esté tan lejos de lo que siente él en realidad que nuestras palabras hacen que se sienta peor de lo que ya se siente. En estos casos, VALIDAR puede esperar. Nos limitamos a ACOMPAÑAR en silencio, y sólo hablamos cuando veamos que vuelve a estar receptivo.
5. Cuando el desborde se calme, RECONECTA.
En Disciplina Positiva hay una frase muy repetida: Conectar antes de corregir. Así que cuando el llanto empieza a calmarse, no es el momento de empezar a explicarnos, o a decirle lo que han hecho mal, o de empezar a sermonear sobre cómo deberían hacer las cosas de otra manera... No. Una vez que el desborde se empieza a calmar es el momento de reconectar: ofrecer un abrazo fuerte, fuerte; decirles con palabras que los queremos mucho, y los queremos siempre, también cuando están enfadados; validar sus emociones si no hemos podido hacerlo antes; ofrecer alguna actividad para soltar la energía que pueda quedar (ofrecer correr fuerte de la mano, o saltar juntos, o sacudirse fuerte como un perro mojado)... Vamos a ayudar a su cerebro a recuperar la normalidad, y lo vamos a hacer ayudándole a sentirse bien y sintiéndonos bien también nosotros.
6. Una vez que esté calmado y reconectado, DA ALTERNATIVAS.
Una vez que el cerebro está en calma, es cuando está en mejor disposición para aprender. Desde la calma es cuando podemos hablar de alternativas: de enseñar a respirar hondo antes de enfadarse, de entender qué cosas se pueden hacer y cuales no, de buscar posibles soluciones válidas para todos... Este paso no es necesario hacerlo inmediatamente después, podemos pasar página y dejarlo para otro momento, si queremos. Pero es imprescindible que cuando se haga, se haga desde la calma, en un momento en la que el niño esté bien, sin hambre, ni sed, ni sueño, y que se sienta en equilibrio consigo mismo y conectado con nosotros. Esos son los momentos óptimos para aprender.
En RESUMEN:
PREVENIR: explicando expectativas de forma clara antes de cualquier situación susceptible de producir conflictos. Eligiendo el momento siempre que sea posible, teniendo en cuenta factores como el hambre, sueño, cansancio, sobreestimulación...
MANTENER LA CALMA: El objetivo número uno es controlar tus propias emociones y actuar desde la tranquilidad.
ACEPTAR: El llanto es una forma sana de expresar las emociones. No hay que tenerle miedo, ni intentar pararlo a toda costa, por las buenas o las malas. Deja de intentar controlar sus emociones y céntrate en controlar las tuyas. Permítele que llore.
ACOMPAÑAR: Si el niño lo acepta, podemos ofrecer contacto físico. Si no, debemos ofrecer espacio y disponibilidad a la vez. Si pega, no lo permitimos y o bien nos alejamos para ponernos fuera de su alcance o bien le bloqueamos sujetándole las manos.
VALIDAR: Ponemos nombre a sus emociones, las validamos incondicionalmente. Nos centramos en que se sienta comprendido en lugar de intentar conseguir que nos entienda a nosotros y a nuestros motivos. Si notamos que al hablar escalamos el desborde, nos limitamos a acompañar en silencio y validamos después.
RECONECTAR: Una vez que el desborde comienza a calmarse, podemos ofrecer contacto físico, expresar nuestro amor incondicional, validar si no lo hemos hecho antes, ofrecer alguna actividad para soltar energía y terminar de retomar la normalidad.
DAR HERRAMIENTAS: Una vez recuperada la calma y la normalidad, es el momento de aprender de la experiencia. Puede ser justo después o en otro momento, siempre que se cumplan los requisitos de que el niño esté bien física y emocionalmente, así como que se sienta conectado con nosotros. Ahí es cuando podemos hablar de nuestros motivos para decidir lo que decidimos, y de alternativas para manejar las emociones propias, o de alternativas para actuar antes de perder el control de las mismas.
El éxito de esta forma de tratar los desbordes emocionales no está en reducir la duración, intensidad, o frecuencia de los mismos. Eso lo marcará su ritmo de desarrollo normal, y dependerá de muchos factores, como los periodos de equilibrio y desequilibrio que se suceden en los primeros año de la infancia. El éxito de este método está en enfrentarse a las emociones con normalidad, como algo común a la experiencia humana, a lo que no hay que temer, algo que viene y que va, y que estamos totalmente capacitados para superar. Está en dar ejemplo de regulación emocional. Está en cómo nos sentimos al finalizar el desborde: sin vencedores, ni vencidos, sin encontrarnos enfadados y en bandos opuestos, sin sentirnos culpables por nuestra reacción, sin necesidad de dañarle para demostrar quien manda. El éxito de este método está en que nos permite sentirnos al lado de nuestro hijo, como guía y apoyo, nos permite sentirnos en control de lo que verdaderamente importa: nuestros actos y nuestras reacciones. El éxito está en que cuando termina todo nos sentimos bien, nuestro hijo se siente bien. Y nuestra conexión se nota palpitar, tan fuerte como siempre. Ese es el verdadero éxito.
Si quieres leer más sobre desbordes emociones, puedes hacerlo aquí:
"No se está portando mal, lo está pasando mal"
Entender y tratar las rabietas desde el respeto
Ejemplo real de como gestiono los desbordes emocionales de mi peque de 3 años.
Mi experiencia: Sobrellevar una rabieta en público.
Cómo enseñar a los niños como funciona el cerebro (y aprender nosotros de paso).
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Sobre las rabietas en el supermercado, y el vídeo del padre usando la herramienta de ignorar que se hizo viral.
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¡Feliz Crianza!
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Es la segunda vez que leo esta entrada. Siempre te reconforta recordar cuál es la mejor manera de actuar ante situaciones que sin querer no llegamos a controlar en determinados momentos.Gracias
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarY si las rabietas llegan a los 11 meses?
Evidentemente la comunicación es más complicada porque aun no hay control del lenguaje...
Hola Anita estoy en las mismas, en mi caso empezó a los 10 meses y ya sabes los abuelos y de más personas diciendo aplicar mano dura para que aprendan y las veces que llegue a hacerlo más llore yo que el, es por ello que he empezado a buscar información, para saber cómo sobre llevar está nueva etapa de mi vida, el ser madre.
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