lunes, 9 de enero de 2017

Entender los celos de nuestros hijos

La llegada de un bebé a nuestras vidas es siempre un gran cambio para toda la familia. Cuando ya hay un niño en ella, el cambio es aún mayor. Con frecuencia, estos cambios traen consigo comportamientos desafiantes y muy difíciles que han ido formando el mito del "príncipe destronado" y que ha pintado una imagen de los niños que sufren esas dificultades como "caprichosos", "mimados", "egoístas". Si seguís mi blog, ya sabéis que creo firmemente que la forma en la que planteamos los comportamientos, las palabras que usamos para describirlos, define muchísimo la manera en la que vamos a enfrentarnos a ellos y la forma en la que vamos a reaccionar. No creo que sea posible reaccionar adecuada y respetuosamente ante un niño al que vemos como caprichoso, mimado o egoísta, así que vamos a hacer un ejercicio de imaginación para intentar enfocar la situación con empatía y mayor comprensión de la situación vista desde el prisma del niño:



Imagina que todos viviéramos en una sociedad polígama, total e indiscutiblemente patriarcal, y que la poligamia fuera la norma en la mayoría de los hogares. Imagina que te casas y durante unos años sois lo más importante el uno para el otro. Estás tan pleno de amor por esa persona que aunque ves a otros matrimonios que van sumando miembros, tú piensas que el vuestro se va a quedar así. ¡Estáis tan bien! ¿Para qué va a querer tu pareja traer a nadie más a casa?

Imagina tu sorpresa el día que te informa, lleno de alegría, que va a traer a alguien más. Alguien más joven que tú, por supuesto, con mucha menos experiencia de vida. Y te explica, "Tranquila, cariño. El amor no se divide, el amor se multiplica. Yo te voy a seguir queriendo igual." ¿Imaginas cómo te sentirías? Sabes que es lo normal, muchas de tus amigos y amigas conviven ya con segundos consortes, todos te dicen que debes aceptarlo. Aún así... ¿Imaginas la inseguridad?

¿Qué va a pasar ahora? ¿De verdad te seguirá queriendo igual? ¿Y si la quiere más a ella que a ti?

"Además," te dice, "como tú llevas más tiempo aquí tendrás que cuidarle y ayudarle a adaptarse. Eso significa que al principio tendré que pasar más tiempo con ella que contigo, porque yo también tengo que ayudarle a adaptarse y además tendremos que adaptarnos el uno al otro como hicimos cuando nos casamos tú y yo." "Vais a ser muy buenas amigas," añade. "La vas a querer mucho."

Tienes miedo, pero crees a pies juntillas lo que tu pareja de dice, al fin y al cabo siempre te ha dicho la verdad. Así que ves como comienzan los preparativos e intentas llevarlo como te han dicho que debes hacerlo: con alegría.

Cuando os encontráis con familiares, todo el mundo te dice "Estarás contenta, ¿no? ¡Vas a tener compañía! Alguien con quien hablar, con quien compartir la carga de la familia... ¡Que bien! ¿verdad? ¿Tienes muchas ganas de que llegue el momento?" Y tú contestas lo que está claro que quieren oír "Claro, sí, estoy contenta." Aunque no sabes si es eso lo que sientes de verdad. Es decir, tienen razón, a veces te sientes un poco sola, y tener a alguien más puede ser divertido, pero... ¿Y si te desplaza? ¿Y si se olvida de ti?


"Tendrás que ayudar mucho al principio, ¡eh! ¡Que eres la primera esposa!"


Pero el caso es que cada vez te sientes peor. Normalmente consigues ocultarlo porque no quieres que tu pareja se de cuenta de que no te sientes como se supone que te tienes que sentir: no estás contenta, no quieres ayudar, no quieres que venga, tienes miedo. Pero no quieres arriesgarte a que se enfade contigo, así que lo intentas como puedes. Pero a veces, de tanto intentarlo, llega un momento que te agotas y terminas estallando con las cosas más pequeñas.

Tu pareja no lo entiende. "Qué te pasa? ¿Por qué te comportas así?" Y le escuchas compartir vuestras intimidades con otras personas que le dan consejos sobre como llevar los celos de las "reinas destronadas" como llaman a las primeras esposas que tienen problemas para adaptarse a la llegada de las segundas esposas...


A veces, cuando pierdes el control también lo pierde él. Y sentís que os alejáis el uno del otro. Y tú piensas, "esto antes no pasaba, la culpa la tiene él por traer a otra persona, ¿Acaso no era yo suficiente?". Y te enfadas. Y cuando te pide algo, sientes la necesidad de mostrarle lo enfadada que estás. Y os enfadáis y os alejáis. Y cada vez tienes más miedo. Y cada vez te controlas menos. Y cada vez os alejáis más.

Otras veces, cuando peor estás, él te mira y ve el sufrimiento detrás de tus actos. Te abraza suavemente y te dice "Lo sé. Sé que es difícil. Sé que tienes miedo. Te quiero muchísimo. Te quiero desde la primera vez que te vi. Te quiero ahora y te seguiré queriendo siempre. No hay nada que puedas hacer que pueda cambiar mi amor por ti. Estaré siempre contigo ayudándote. ¿Quieres que hablemos de lo que te asusta?" En esos momentos sientes que tal vez, tal vez sea verdad. Que tal vez tener a alguien más pueda ser algo bueno, que pueda ser divertido, que con el tiempo os queréis mucho y os cuidaréis la una a la otra. Puede incluso que sea verdad, que el amor se multiplica, que se puede querer a varias personas por igual.

Que no te deje de querer.

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En este ejercicio de imaginación os pido que obviéis lo machista y desigual que resultaría una sociedad así. Sólo quiero que os centréis en cómo os sentiríais en una situación parecida para que penséis en qué tipo de cosas os ayudarían a adaptarnos y qué tipo de cosas solo conseguiría empeorar la situación.

Adaptarse a la llegada de un nuevo hermano es algo muy difícil. Los niños se llenan de inseguridades, y siendo las criaturas emocionales que son, esas inseguridades se van a mostrar una y otra vez a través de desbordes y comportamientos inadecuados. No se trata tampoco de haceros sentir culpables. No estáis siendo "infieles" a vuestro hijo (mi marido lo ha llegado a llamar así cuando hemos hablado de tener más hijos), estáis aumentando la familia, le estáis dando un compañero de vida y con algo de suerte, y también algo de trabajo, será un amigo para toda la vida. ¡Pero eso no quiere decir que la adaptación, y la convivencia, no vaya a ser difícil por momentos!

A menudo su comportamiento son maneras de comprobar si el amor sigue estando ahí, si sigue siendo tan fuerte como siempre. Un "¿Me seguirás queriendo igual si hago esto?" inconsciente que nos pone a prueba a nosotros y a nuestro amor por ellos. Los hijos y los hermanos son una bendición, pero para ellos, para los que nuestro amor lo es todo, a los que probablemente no hemos pedido opinión, que no echan de menos tener hermanos porque no se puede echar de menos lo que no has tenido nunca, un hermano puede ser una amenaza, una competición. La única forma que tenemos de ayudar a ese proceso es dejando claro que nuestro amor por ellos es inamovible, que les comprendemos y que les ayudaremos en el camino.

Dejarlo claro repitiéndoselo una y otra vez. "Te quiero muchísimo, y nada de lo que hagas puede hacer que deje de quererte."


Dejarlo claro a través de nuestros actos, de nuestra paciencia, de nuestra mirada comprensiva.

Dejarlo claro al permitirles expresar sus miedos incondicionalmente, sin emitir juicio de valor, y sin intentar convencerles de que son infundados.

Dejarlo claro al mantener los límites que hemos mantenido siempre. Al mantener las cosas como siempre fueron al máximo posible, para que puedan sentirse más seguros. Para que sigan sintiendo que controlamos la situación, que no vamos a dejarles hacer nada que pueda perjudicar nuestra relación, o nuestra forma de mirarles.


No son príncipes destronados, no son celos, no son manías, ni berrinches.

Es miedo.

Miedo a perdernos. Miedo a que nos olvidemos de ellos. Miedo a que cambien las cosas. Miedo a que dejemos de quererles. Miedo a no saber cómo comportarse y que pensemos que son malos. Miedo a que dejemos de verles como son en realidad.

Miedo.

No es que esto sea la respuesta a todas tus preguntas, ni la solución a todos tus males. Pero te hará mirarle con más suavidad, y te ayudará a ponerte en su piel cuando estés a punto de perder los nervios. Te ayudará a atender a la causa y al sentimiento que hay detrás en lugar de al comportamiento. Te ayudará a actuar desde un lugar de amor y empatía.

Incluso aunque parezca haberse adaptado bien, puede ser que observéis retrocesos, cambios de comportamiento o dificultades que parezcan no tener relación con el nuevo bebé pero lo más probable es que nazcan de ahí, si no directamente del miedo, si al menos de la inseguridad ante los cambios.

Ante la duda, siempre recuerda:


"No se está portando mal, 
lo está pasando mal."


Si estáis en el proceso de aumentar la familia, o si la familia ya aumentó y estáis teniendo problemas de adaptación o de convivencia, tal vez os ayude leer el libro "Hermanos, no rivales" de Adele Faber. Es, con diferencia, el libro más recomendado sobre esta temática y es de la misma autora que el clásico "Cómo hablar para que los niños escuchen, y cómo escuchar para que los niños hablen." También recomendadísimo.





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