lunes, 15 de agosto de 2016

"¡Vete, mamá!" de Janet Lansbury: El poder sanador del amor incondicional.

Daríamos la vida por ellos. Los miramos y son lo más grande que nos ha podido pasar. Los amamos con cada fibra de nuestro ser. Por eso duele tanto sentirse rechazado por ellos. Hay muchas causas por las que un niño puede rechazar a uno de sus padres, puede ser que haya empezado a trabajar después de un tiempo en casa y el niño esté molesto por el cambio, puede ser que pase por épocas en las que prefiere a un progenitor, y esta preferencia va cambiando periódicamente, puede ser que haya un nuevo bebé en camino y el miedo y los celos los esté canalizando en enfado hacia la madre. Pueden ser muchas causas, pero la verdad para todas es la misma: Duele mucho, y es muy difícil sobreponerse a ese dolor y ser capaz de no tomárselo de forma personal.

El artículo que os traigo hoy es también de Janet Lansbury. En él Janet comparte el testimonio de una de sus lectoras que experimentó el rechazo de su hija y consiguió reparar la relación poco a poco. Es una de estas historias que te dejan marcada, y con el corazón abierto de par en par. Espero que os guste tanto como me gustó a mi.



¡Vete, Mamá! 
La mayoría de nosotros no fuimos criados en hogares cuento de hadas con padres perfectos, y los mensajes formativos que recibimos como éramos niños pueden no haber sido siempre positivos o saludables. La buena noticia: el proceso de crianza de nuestros propios hijos puede ser profundamente restaurador. 

Cada hora que pasamos con nuestros bebés y niños nos ofrece oportunidades para inculcar en ellos mensajes alentadores, grandes y pequeños. Cada vez que somos capaces de reconocer y liberarnos de los patrones menos saludables de nuestras propias infancias y tomar la decisión de hacerlo un poco mejor por nuestros hijos, damos un pequeño paso hacia la auto-sanación. 

Uno de los retos más colosales para los padres y cuidadores es aceptar los sentimientos negativos de nuestros hijos, sobre todo cuando estos sentimientos se dirigen a nosotros. Muchos de nosotros recibimos el mensaje desde el principio, tal vez incluso en la infancia, que expresar ira o dolor hacia nuestros padres era inaceptable. Y, sin embargo, los sentimientos estaban allí - no desaparecían por arte de magia. 

También nos dábamos cuenta (o tal vez era bastante evidente) que nuestros padres a veces tenían sentimientos negativos hacia nosotros, pero por alguna razón, no se permitía que estos sentimientos circularan en ambos sentidos. No teníamos más remedio que enterrar los nuestros. 

Cuando María compartió esta historia detallada sobre aceptar el rechazo, el dolor y la ira de su hija, de inmediato supe que tenía que subirlo al blog: 

Tuvimos nuestra segunda hija hace unos cinco meses. Para ayudar a nuestra hija de  2,5 años a que se ajustara, seguimos el consejo que encontramos en tu blog y en tu libro Siblings without Rivalry (Hermanos sin rivalidad). La transición parecía ir sobre ruedas -hubo problemas con interrupciones del sueño, mojar la cama, y rabietas, pero eran bastante leves y se resolvieron con relativa rapidez. 

El cambio más importante fue que M pasó a una muy seria "fase de papa" -ella quería hacer todo con él. Eso parecía normal y, sinceramente, práctico - así que lo dejamos estarl. En aquellos primeros días, fue muy fácil para mí para cuidar al bebé y que mi marido cuidara a M. Pero a medida que los meses pasaban y el bebé fue menos dependiente de mí, M parecía cada vez más unida a su papá y, lo que es más, parecía que yo ya ni siquiera le caía bien. A menudo parecía muy enfadada conmigo o angustiada cuando era yo quien cuidaba de ella. 

Al principio, pensé que sería una fase. Simplemente me dediqué a empatizar muchísimo y me esforcé todo lo que pude para mantenerme imperturbable. Pero hace unas semanas sentí que tenía que hacer frente a lo que estaba pasando. No estaba seguro de qué hacer, pero recordé tu consejo sobre la importancia de dejar que tus hijos se enfaden contigo. ¿Y si mi dulce M, que parecía haberse adaptado tan bien a su hermana pequeña, estaba enfadada conmigo por tener otro bebé? 

Así que, una tarde le dije: "¿Sabes qué? cuando me dices "¡Vete, mamá!', Te sigo queriendo ... ¿Y cuando lloras y dices "No quiero que vengas tú a acostarme, ¡quiero a papá!"?-Te sigo queriendo. ... Y cuando me dices 'No me mires!' - Te sigo queriendo". 

Y continué, enumerando todos los ejemplos de ella rechazándome que se me ocurrían, terminando siempre con la frase "Te sigo queriendo." 

M se quedó en silencio un momento y luego dijo: "Voy a echarte agua en la cara para que ya no me quieras." No estaba muy segura de lo que esto significaba (no recuerdo ningún momento en el que ella me haya rociado con agua), por lo que respondí: "Entonces usaré mi toalla mágica para secarme ... Y te seguiré queriendo". Y continuó, inventándose otras cosas malas que me haría-, y yo continué deshaciendo la travesura y repitiendo que todavía la querría. 

Esa conversación fue tan claramente un punto de inflexión para nosotros. Más tarde ese mismo día se acercó a mí y se acurrucó en mi regazo- casi me pongo a llorar de alivio. Ahora se le nota mucho menos enfadada y más cariñosos que antes. Todavía está en una "fase papa", pero sin duda parece haber salido de su fase de "anti-mama". Gracias a dios. 

No creo que habría sido capaz de saber cómo tener una conversación como esa si no fuera por ti y tu blog. Muchísimas gracias, Janet, por el trabajo que haces. 

Durante los días siguientes, M quiso repetir la conversación periódicamente. Ella me decía que me iba a rociar con agua, etc., claramente buscando que le dijera que la seguiría queriendo. Hacía unas cuantas rondas y luego pasaba a alguna otra actividad - parecía que estaba procesando nuestra conversación inicial. 

Pero la mejor parte fue una semana más tarde. Después de tener nuestro intercambio de costumbre, ella me dijo: "Ahora te toca a ti". Ella quería que le dijera alguna travesura que iba a hacer, y entonces ella respondía "No pasa nada, mama -yo te sigo queriendo." No sólo fue super dulce, sino que fue realmente muy emotivo para mí. Mientras usaba los mismos ejemplos imaginarios que había utilizado ella, empecé a pensar en todas las veces que he sido una madre no-precisamente-perfecta, y fue impresionante oírle decir, una y otra vez, "No pasa nada, mama-yo todavía te quiero ". Se me saltan las lágrimas solo de pensarlo. 

Esto de la crianza es una experiencia increíble e intensa -y está tan claro que mis hijas me están transformando tanto (si no más) de lo que las estoy ayudando yo a formarse! Unas almas tan sabias e intuitivas en unos cuerpos tan pequeños, ¿verdad? 

Gracias de nuevo por todo lo que haces. ¡No me canso de leerte! 

María


¿Qué os ha parecido? ¿Habéis conseguido leerla entera sin emocionaros un poquito? Es una experiencia muy poderosa, de las que te dejan claro que detrás de todas las soluciones a los problemas de nuestros hijos tiene que estar el amor. 

Quiero seguir formándome para poder ayudaros más y mejor pero los cursos de crianza son muy caros. Si te ayudan mis posts y quieres que siga trayendo contenido de calidad, ahora puedes ayudarme haciendo una pequeña donación. ¡Muchísimas gracias!


Si tienes alguna pregunta o comentario que hacerme, o si tienes algún truco o sugerencia más que quieres aportar puedes hacerlo a través del blog, de la página de Facebook o de la cuenta de Instagram. Y si te ha gustado la entrada o crees que podría ayudarle a alguien que conoces COMPARTE.


¡Mil gracias por leerme!

¡Feliz crianza!





Más información como esta en los libros de Janet Lansbury ¡ahora traducidos al castellano!:

                                         

4 comentarios:

  1. Precioso testimonio, e importante detalle cómo nuestres hijes aprenden dierectamente de lo que hacemos con elles al darles lo que necesitan...

    ResponderEliminar
  2. "... me están transformando tanto (si no más) de lo que las estoy ayudando yo a formarse!"
    Como padre no puedo estar más de acuerdo

    ResponderEliminar
  3. Hola, es la primera vez que leo tu artículo y agradecería puedas brindarme un consejo. Tengo una bebé de 7 meses, regresé a trabajar cuando ella cumplió 4 meses y tengo la suerte de vivir a unas cuadras por lo que a la hora de almuerzo voy a casa y lo junto con mi hora de lactancia y estoy con ella para jugar con ella, ahora para hacerla comer y todo lo que pueda aprovechar y regreso apenas salgo de mi trabajo para estar con ella. Ella dureme conmigo (en mi cama) y soy yo quien la duermo la acuesto conmigo ella se voltea me agarra mis manos y duerme, es más son muchas veces las que nos hemos quedado dormidas las dos así .. Cada vez que llegaba del almuerzo ella mostraba una sonrisota y movía sus piernitas y alzaba sus brazos, hace 10 días ya no es así, la siento un tanto incómoda a mi lado, llora mucho conmigo, y se calma más con mi mamá o con la nana (que están con ella en el día) y ahora último con su papá, ya casi no quiere sonreir conmigo y ya ni me quiere aceptar la comida. El único suceso que veo que haya hecho ese cambio es que dos días tuve que ir de compras para ella y no pude regresar en el almuerzo. Es más ahora mi hija sólo balbucea pa pa pa pa pa y cuando llega su papá le mustra una sonrisa inmensa, no sé qué hacer, veo que lo que hablan es sobre niños ya más grandes pero ella sólo tiene 7 meses.

    Agradezco de antemano tu consejo.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
 

Mis artículos de crianza favoritos Copyright © 2012 Design by Ipietoon Blogger Template